13 de Marzo de 2024
Hace algunas semanas acudí a un evento en el cual varios emprendedores contaban sus fracasos y las experiencias aprendidas.
Me llamaron la atención varias cosas. La primera, fue la edad media del público. Sinceramente, me esperaba gente madurita del ecosistema emprendedor, pero para mi sorpresa todos eran jóvenes veinteañeros. Supongo que si bien hay muchos jóvenes que quieren ser funcionarios cuando no youtubers, todavía hay futuro, y hay jóvenes que están dispuestos a sufrir y emprender. Me queda la duda de si no estarán deslumbrados por el glamour de las startups. “Mola mucho” ir de emprendedor o startupero, pero otra cosa es vivir de ello y tener éxito para poder pagar el alquiler.
Lo segundo que me llamó la atención fue que varios de los casos no eran realmente fracasos. O en España no se fracasa tanto, o nos sigue costando mostrar nuestras vergüenzas. Me decanto por lo segundo. No digo que no se fracase, pero me parece que a diferencia de Estados Unidos donde un fracaso hasta se valora, aquí si te ha ido mal tendemos a pensar que no sabes. No es necesario fracasar para aprender, pero es muy cierto aquello de que la letra con sangre entra, y las lecciones que te llevas de los errores, sin duda se te van a quedar grabadas a fuego. Hay que ser muy necio para no aprender, y en mi opinión el problema algunas veces es precisamente dar más importancia de la que tienen a los errores y que ello condicione en exceso las decisiones futuras.
Pero si me he decidido a escribir esta reflexión ha sido porque los casos presentados tenían algo en común: sin quererlo todos se habían convertido en empresarios y ni sabían hacerlo ni era lo que les atraía.
Todos habían comenzado con alguna actividad u oficio del que sabían mucho o les apasionaba y que había llegado a convertirse en un negocio, pero precisamente en ese momento habían aparecido gran cantidad de obligaciones legales, fiscales, laborales, para las que no estaban preparados, que además no es lo que les gustaba del negocio y que, en todos los casos, su deficiente atención les había llevado a problemas que habían acabado con lo que era un exitoso negocio.
En un país donde tenemos un alto número de autónomos y pymes, es urgente la necesidad de formar desde el colegio con una serie de conocimientos que permitan conocer las bases para gestionar cualquier negocio. No hay que saber contabilidad, pero sí que es una cuenta de pérdidas y ganancias, la diferencia entre los beneficios y la liquidez, cálculo de márgenes, presupuestos, planes de tesorería, amortización. Pero es que además, aunque nunca emprendas, si ves todo lo que lleva ser empresario probablemente empatices y entiendas muchas cosas. Los empleados tienen que conocer que además de lo que ellos reciben el empresario paga más de un 30% a la seguridad social, que no todo lo que se factura es beneficio, y que cuando un cliente impaga el perjuicio es muy superior a cuando hemos perdido una venta.
Resulta llamativo que con esta situación en la que tanta gente con ideas u oficios se acaban convirtiendo en empresarios, con escasa formación en gestión, los empresarios españoles no den más importancia a adquirir los conocimientos necesarios. Creo que aquí se va parcheando hasta que la situación es insostenible y tanto la formación como la externalización de esas funciones se ve más como un gasto que como una inversión. Recientemente he podido comprobar como en Italia la situación es mucho mejor y hay varias empresas muy potentes ayudando a los empresarios con cifras de clientes muy importantes.
En España se contrata la gestoría para que haga lo justo, nóminas, declaraciones de impuestos y poco más, y con eso parece que ya está todo. Después muchas pymes y autónomos no saben lo que ganan y lo que pierden, ni que productos son los que de verdad les sostienen o donde debieran recortar, etc., llevando en muchos casos un nivel de estrés muy alto por estar dedicando la mayor parte del tiempo a apagar fuegos.
Como empresario no tienes que dedicarte obligatoriamente a esas tareas que no te gustan. Puedes seguir aportando valor donde te gusta hacerlo, y dedicar tu tiempo a aquello que te llevó a emprender, pero obligatoriamente tienes que hacer que alguien se ocupe de ello si tu no lo vas a hacer. No puedes dejar desatendida la gestión, ni conformarte con la mediocridad, pues además el mercado cada vez está más competido y exige nuestra mejor versión.
Conclusión: Es necesario formar con los mínimos de economía y gestión a toda la población y por otra parte todos los empresarios sobrevenidos, tienen que empezar a tomarse en serio su formación y planificarla para vivir con calidad y optimizar sus operaciones. Tenemos trabajo por delante, pero hay que ir sembrando. ¿Empezamos?